Un coche tiene un convertidor a bordo que convierte la corriente alterna en continua. Esto se debe a que la red eléctrica suministra corriente alterna y una batería utiliza corriente continua para cargarse. En este proceso de conversión, como en cualquier otro, se pierde energía.
En algunos coches esta pérdida ronda el 10%. Un coche sigue consumiendo energía cuando se está cargando, así que cuando el porcentaje de la batería cae por debajo de un límite, empieza a cargarse de nuevo.
Así que puede ser que tu sesión en una estación de carga haya consumido más energía de la que la capacidad de tu batería puede soportar. Sin embargo, no hay de qué preocuparse.